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jueves, 15 de mayo de 2014

Hoy quiero compartir con vosotros, queridos lectores, mi último cuento, escrito por y para vosotros: niños y educadores. ¡Espero que os guste!



¡¡LOS ANIMALES SE HAN VUELTO LOCOS!!

Había una vez una selva tropical en la que vivían muchos animales. En ella se encontraban: el cocodrilo, los peces de río, la serpiente, el mono saltarín, la jirafa, el elefante  y un loro que hablaba sin parar. Todos eran muy buenos amigos y se ayudaban siempre que lo necesitaban.

En aquel momento estaban un poco atareados porque el elefante, el animal más viejo del bosque, cumpliría en unos días 70 años y le estaban preparando una fiesta sorpresa.

Cada vez que alguien cumplía años, se reunían siempre en la sala de fiestas, junto al árbol más antiguo del bosque: el árbol de los deseos.
Lo celebraban ahí porque siempre que soplaban las velas y pedían el deseo, el árbol de los deseos se lo concedía al instante.

El día esperado, el día del cumpleaños del elefante, por fin llegó y todos sus amigos: el cocodrilo, los peces de río, la serpiente, el mono saltarín, la jirafa y el loro estaban esperándolo en la sala de fiestas, junto al gran árbol de los deseos.

Todos bailaron con la música de los pájaros y rieron con las historias que el elefante contaba, pues era el animal más viejo del bosque y siempre sorprendía a todos con sus increíbles historias de los animales parientes de todos sus amigos del bosque.

Llegó el momento de soplar las velas y el elefante pidió su deseo:

-Deseo, deseo… que todos mis amigos, los animales de este bosque, se pongan en la piel de su mejor amigo.

El gran árbol se estremeció y todo el bosque tembló durante unos segundos. De repente, comenzaron a llover burbujas doradas del cielo y todos los animales quedaron empapados.
Al momento, el mono, comenzó a hablar y volar como un loro, el loro saltaba y gritaba como un mono, la serpiente se estiraba y se ponía de pie como una jirafa. La jirafa se echó al suelo y se puso a reptar como una serpiente, los peces salieron del río y ahora podían respirar fuera del agua y jugar con sus amigos terrestres; y el cocodrilo…pobre cocodrilo…se sumergió en el río y no podía ni asomar la cabeza, pues ahora solo podía respirar a través de las escamas sumergido en el agua…

Todos los animales se quedaron fascinados, pues de nuevo el deseo de un cumpleañero se había cumplido y… ¡este era el mejor de los deseos para todos! Por ahora... 
Todos podían hacer lo que siempre habían querido, siempre habían envidiado la vida de su mejor amigo.
El mono ahora podía volar y ver el bosque desde lo más alto y ¡se sentía el animal más feliz del mundo!. Ahora podía divisar las copas más frondosas de los árboles, a los que podía llegar volando en lugar de trepando. De esta forma, podía comer los plátanos más ricos, de los árboles más altos.

El loro saltaba contento en el suelo y trepaba con las alas como si fueran brazos.
La serpiente se sentía como una reina al poder levantarse del suelo y poder observar a sus  amigos desde otras perspectivas.

La jirafa estaba encantada con poder dormir por fin acostada en el suelo y sentir la tierra y las hojas caídas en su barriga.

Los peces hablaban sin parar, pues cuando estaban en el río, solo podían hablar con su mejor amigo: el cocodrilo

-        ¡El cocodrilo! -¡Gritaron todos los peces a la vez!
-         -¿Dónde está nuestro gran amigo?

El sabio elefante les dijo que fueran a buscar al río y, todos los animales fueron en su busca.
Durante el camino, ya todos empezaban a estar incómodos: la jirafa tuvo que ir reptando y le costó horrores llegar al río, el loro fue saltando por el suelo, pues ahora no podía volar y sus alas eran cortas y no le permitían agarrarse a las ramas; a la serpiente también le costó ir de pie, pues no tenía patas y, a la mitad del camino, se tuvo que subir sobre el elefante y los peces se hirieron las escamas con las ramas del suelo.

Por fin llegaron al río y, allí estaba el cocodrilo, triste y solo.

-        ¿Por qué estás triste gran amigo?. - Preguntaron los peces al cocodrilo
-        Porque ahora no puedo jugar con el resto de animales terrestres y me encuentro solo.

Los peces se acercaron y le explicaron que así es cómo se sentían ellos siempre, que la única compañía que tenían era la de él y que le estaban muy agradecidos, pues él siempre iba a visitarlos al río y jugaba con ellos.

El resto de animales se pusieron tristes al verlo así y se dieron cuenta de que los pobres peces estaban casi siempre solos mientras que ellos jugaban todos juntos en la tierra, pues incluso el loro, podía bajar a jugar con ellos al suelo.

El elefante entonces alzó su trompa y les dijo:

-        Queridos amigos, siempre solemos querer lo que no tenemos porque creemos que es lo mejor, pero cuando lo conseguimos siempre nos damos cuenta de que queremos volver atrás, recapacitar y aceptarnos tal y como somos. Solo aceptándonos a nosotros mismos alcanzaremos la felicidad y el bienestar.

Todos los animales quedaron sorprendidos y boquiabiertos admirando al sabio elefante, pues habían aprendido una gran lección. Prometieron a los peces que todos irían a visitarlos y a jugar con ellos cada día, para que no se sintieran solos… y también prometieron admirar las cualidades de cada amigo sin envidiarlas.

Fue entonces cuando el bosque tembló de nuevo y en menos de un minuto todos volvieron a ser como antes. La alegría de nuevo volvía al bosque y sus habitantes gritaban y bailaban de alegría.

El sabio elefante recordó la última vez que pidió ese mismo deseo… ¡hacía veinte años!, pero la reacción de los antepasados había sido la misma y pensó que sería la misma dentro de otros veinte años, pues siempre habrá envidias que sanar y capacidades por descubrir en cada habitante del mundo. El secreto está en saber mirar en el interior de cada uno.